viernes, 8 de agosto de 2008

Terremotos

Los pequeños han crecido. Mucho.
Corren de un lado a otro, dando saltos imposibles. Pelean fuerte entre ellos, mordiéndose las orejas, la cara, dando pataditas rítmicas a su presa. A veces chillan, se quejan, y su madre acude corriendo a ver qué ocurre. No pasa nada, ellos siguen jugando.
Trepan a saltos sobre las sillas tapizadas, se enganchan con sus uñitas.
Se suben a las mesas, resbalan entre los papeles, mordisquean las fichas. En el fragor de sus batallas, marcan varias teclas en el teléfono, mientras cae la grapadora y la calculadora.
Roban clips para jugar con ellos. Rompen pedacitos de papel.
Mordisquean cables, escapan unos de otros trepando por los paraguas que hay en el paragüero.
En su esfuerzo por escapar a la carrera, trepan por nuestras piernas sin importarles si hay tela o no.
Ya no puedo abrir la puerta de la calle para ventilar (y juro que HACE FALTA) a menos que los encierre. Se han vuelto demasiado ágiles, demasiado rápidos y demasiado curiosos.

Hoy me sorprendo riñendo (inútilmente) a dos: "¡No se sacan las cosas de la basura! ¡Y no se juega con plantas venenosas!!"

Este fin de semana se llevan a tres de ellos sus adoptantes, el miércoles a la última. Sólo nos quedará Lola, pero ella es mucho más tranquila.
Los voy a echar de menos

1 comentario:

Lady Veg dijo...

Muy interesante tu blog. Gracias por visitar el mio!
Un abrazo